Han pasado 2 años en los que intenté demostrarte lo que siento, ya lo sabes y sigues como si nada, mientras te miro en ese balcon al que siempre te asomas para mostrarme descaradamente aquello que nunca podré tener.
Tal vez tantos intentos me hicieron perderte...que ironía, perder algo que nunca tuve.
A través del tiempo me dí cuenta que ambos somos los impíos participantes de un macabro juego sin fin.si. Lo admito, te temo. Temo tu rechazo diario, tengo miedo a que te acerques solo para hacerme daño y que como siempre te mire con la cara de boba, con las mejillas ardiendo a causa de la sangre que hierve bajo mi piel.
Pero sé que tu también me temes, obviamente tu miedo es entendible, tienes razones...los años me hicieron dura, malvada, fría e insensible, solo tu tenías que ser ese factor que cambió parte de esa complicada personalidad. Eres mi debilidad, ese pequeño y maldito problema que complica mi existencia.
Tu miedo me alimenta, asi como el mio alimenta tu orgullo. Aunque no lo admitas, ambos tratamos de llamarnos la atención y así caemos en el mismo monótono juego.
¿Por qué no lo intentamos? La respuesta se muestra en la malvada sonrisa que se asoma tímidamente en el cruce de nuestras miradas. Es nuestro orgullo lo que nos lo impide, somos tan similares y a la vez totalmente diferentes. Tu positiva, divertida y alegre personalidad frente a mi negativa, oscura y enferma mente. Los opuestos se atraen, quiero creer que no es nuestro caso.
En fin, solo quería decirte eso, ahora sabes que entiendo tu juego y que no me quedo atrás.
Es ahora cuando realmente puedo decirlo. Felicidades, te odio.
Guardo el E-mail y apago mi computadora a la espera de un poco de coraje para usar una dirección que nunca me atreví a tocar.
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