Nunca me sentí asi, jamás habia tomado en cuenta las exepcionales cosas que mi podrido y pequeño pueblo podia tener; la primera vez que no soy seguida por mis dos únicas "amigas", dos niñas que a través de estos ocho años de "amistad" no lograron entenderme, es ahora que me doy cuenta, las tres somos distintas a los demás, pero en especial yo. Sé que puede parecer muy egocentrico pero tras 17 años concluí que es la mejor manera de ser quien soy, preocuparme solo por mi persona y no darle demasiada importancia a los demás. Me vestí con el estilo de siempre: jeans negros, tachas, cadenas, zapatillas, mitones largos y una remera de Black Veil Brides. Con la mochila al hombro sali de casa pensando que seria un dia aburrido como cualquier otro, tenia clases de química para el ingreso a la facultad por lo tanto mi tarde estaría ocupada, conecte mis auriculares al reproductor, y escuchando Blessthefall segui caminando, no fue extraño para mi que las personas me miraran con recelo, es algo común y divertido a la vez.
Llegué a la casa del profesor y tomé las clases, siempre discuto con él temas filosóficos, musicales, y de ciencia en general, es una de las pocas personas que realmente me caen bien. Al salir, las nubes y el viento reinaban en el ambiente típico de una fria tarde en Hca., llegué a mi odiada escuela para sacar las copias de la tarea de Historia, esperé a mi compañera que como de costumbre me olvidó, preferí seguir sola y no tomar en cuenta los insultos de casi la mitad de la comunidad escolar que esperaba fuera del establecimiento, ellos me hicieron fuerte a través del tiempo, me encanta ver como se mueren de rabia al ver que sus comentarios no me molestan en lo absoluto.
Al terminar las obligaciones escolares me senté por primera vez en la plaza de la escuela, odio el sol, el viento y el calor; pero la tarde encaponada por las nubes grises era perfecta, al fin estaba sola, al fin podia respirar sin ninguna detestable intervención, mis lúgubres pensamientos se mezclaban con las oscuras letras de Anna Varney Cantodea, sus dulces melodías me hacian sentir en un paraíso extraterrenal y, su quebrada y melancolica voz me seducia al punto de tararear ligeramente esas desgarradoras canciones.
Estaba inundada de diferentes pensamientos, no me importaba nada, ni el chico popular que me miraba fijamente sin discreción alguna, ni el viento violento que se avecinaba; nada ni nadie podria sacarme de ese universo mental que habia creado, olvide mis debilidades humanas, mis diversas alergias, y saque aquella filosa y olvidada amiga que yacía hace meses en el bolsillo mi mochila. Suspire al sentir esa suave y exquisita sensación que había olvidado por completo, la calidez de ese delicioso elixir que emanaba mi muñeca. Volvía a respirar.
Todo se acabó en ese preciso momento, no sabía por qué lo hacia, pero me relajaba, me sacaba de ese mugroso lugar al que llamaba hogar, me hacía olvidar mis interminables noches de insomnio, un pequeño consuelo para mi alma perdida. Sin más que hacer, me levante de esa solitaria silla para volver a casa, me sentí renovada, viva y sin preocupaciones, disfrute el largo camino a casa con la única compañia de mi amada música.
Se pueden pudrir todos, no sufro mi soledad...la disfruto.