Solo recuerdo ese maravilloso día en que lo conocí, una noche encapotada y fría. Él estaba ahí, descansando en esa torre, mi torre. Jamás lo había visto allí antes, siempre fue mi lugar para pensar sin molestas intervenciones. Sin embargo lo veía apoyado en esa cornisa sin ningún problema y sin molestarse en mirar si había alguien más. Estaba tan enojada por la invasión de mi pequeño mundo que decidí marcharme, algún otro lugar solitario tenía que haber; pero en cuanto me levanté, su mano se asentó en mi hombro, creando una extraña sensación de miedo. Me estremecí. Escuché esa tranquila voz diciendo:
-no te vayas, podemos compartir mi torre- No tenía palabras, no sabía si largarme o responderle, solo me limité a decir:
–estás hablando de MI torre-No tenía porqué discutir eso, estaba claro que jamás lo había visto antes por estos lugares, no podía permitir eso.
-vamos, sabes que quieres conocerme, así como yo quiero conocerte a ti. No debes ser tan terca, nos vamos a divertir-¿cómo es que podía ser tan molesto, pero a la vez tener toda la razón?
-Prefiero estar sola-dije secamente, como generalmente me salían las palabras-no tengo interés en conocer a nadie, no veo el punto en hacerlo.
-Yo tampoco, pero…no podemos ocultarlo ¿no?-sonrió macabramente, algo que solo podía suceder en un juego que únicamente los dos entendíamos.
-Lo intentaré-dije frustrada, aceptando la derrota.
Creo que desde aquel momento tuvimos una relación cariño-odio. Sabía que entre nosotros había algo, no sé si conveniencia o solo la mísera necesidad de compañía. Pero misteriosamente nos necesitábamos, una necesidad mutua que ninguno de los dos entendía. Pero desde aquel momento, no pasamos ni un día sin vernos todas las noches en esa torre, sentados en alguna de las cornisas a la espera de que el otro llegara, se volvió una rutina muy peculiar.
No tenía idea de por qué Goran era tan frío, tan misterioso e impenetrable, me recordaba a mí. No, no lo suficiente. Ambos teníamos una personalidad bastante extraña, la frialdad mezclada con la ternura, la paciencia y el misterio; un macabro cariño.
Siempre vestía de negro, su pálido aspecto era único, como el de una estrella de rock, con una personalidad tranquila, pero desafiante. El mío no era muy diferente, ¿para qué describirlo? Seguramente lo único que nos diferenciaba era que, a pesar de esa delgada figura, era un atleta neto. A veces parecía un mono haciendo locuras en cualquier lugar que fuera de su agrado en nuestras salidas nocturnas. Sus intentos de hacerme reír fueron más productivos a partir de nuestro 6° o 7° encuentro. Soy terca, lo acepto.
Por más que a veces nuestro odio natural se reflejara, progresivamente una parte de nosotros que no conocíamos se iba haciendo obvia. Por mi parte, nunca creí que alguien podía hacer florecer esto en mí. Todo era extraño.
Llegó el punto en el que su profunda mirada que antes me estremecía, me hacía sentir feliz de estar con esa persona tan misteriosa y apasionante. Estábamos sentados en esa plaza Florentina a mitad de la noche.
-¿Por qué esa mirada?- desvió la cabeza, al parecer aún no podía soportar la mía.
-Nada, solamente quería saber algo, ahora lo sé. Gané- Mentí. Mi orgullo era fácil de mostrar en estas situaciones.
-No, no ganaste nada. No sé ni siquiera de lo que estás hablando.
-Acéptalo, no puedes verme fijamente a los ojos sin que mi aterradora mirada te intimide.
-Ah, no, no es eso. Si tan solo entendieras.
-¿Entendiera qué?
Se abalanzó bruscamente hacia mí en un gesto amenazador. Salte asustada de la banca. Tenía algo que hacía que me alejara inmediatamente de él por simple instinto.
Se largó a reír macabramente, algo que me seguía molestando.
-¿Ahora entiendes?
-Mi capacidad de comprensión se reduce a estas horas de la madrugada. Y aún más si me tomas por sorpresa con tus niñerías.
-En teoría, lo sabes. No tengas miedo de decirlo.
Si, sabía que todo esto no era casualidad. Las salidas nocturnas, su impresionante aspecto, su personalidad extraña y su misticismo. Era un ser de la noche, pero eso era algo que no me interesaba en lo absoluto. Solo quería su compañía a toda costa, no importaba si eso me costaba la vida.
-Lo sabes-volvió a repetir, esta vez más cerca de mi rostro, arrinconándome contra la pared, tratando de que ahora la intimidada fuese yo.
-Sí, lo sé, no creas que soy estúpida.-Lo enfrenté mirándolo fijamente- Pero eso no es relevante en nuestra relación ¿cierto?
-Debería serlo, estas en peligro constantemente. Tienes suerte de que me gustes lo suficiente como para no hacerte el más mínimo daño.
-Esto se parece a esas cursis películas de vampiros en las que la asustada chica es una estúpida que no sabe lo que quiere. No soy así, no te preocupes. Tengo métodos para defenderme.
-Está bien-rió suavemente-tienes razón, tú no eres así.
-Puedo ser una bestia, soy más peligrosa que un simple monstruo, eso no lo dudes.
-Claro, no lo dudo. Eres una mentirosa compulsiva.
-Lo seré, pero por lo menos no soy un lindo e indefenso murciélago.-Acaricié su frío rostro en un gesto tiernamente burlón.
-Tantos mitos en los que crees, demasiados libros querida- Se acercó aún más.
-Mil historias con un solo objetivo.
-Y que ahora se unen para formar una sola-Trazó una línea en mi cuello con su dedo.
-¡Con que también eres poeta! Muy talentoso por cierto.-Siempre escuchaba atentamente sus palabras como para afirmarlo.
-Eres impresionante, en tu lugar, saldría corriendo en busca de una estaca.
-Sí, lo soy, es por eso que no lo haré.
-Las almas que robo son sólo mías, no lo olvides. – ahora acarició mi cuello con sus labios, algo que nunca hizo antes. Me estremecí por un segundo pero al sentir su risa caí en la cuenta de que solo era otro de sus trucos.
-No trates de intimidarme, no funciona. Es más, de seguro tu paz se ve perturbada al hacer esto.
-Inteligente respuesta, dejaré que ganes esta vez, solo porque tienes razón-Se alejó un poco para dejar que recupere el aliento.
-La inmortalidad es un privilegio, puedes perder cuantas veces quieras. Siempre acabarás ganando.
Me arrinconó otra vez y se acercó aún más. Hubiese pensado que era un sueño considerando la hora y su cercanía. Pero no lo era por más que tratara de convencerme de lo contrario.
-No lo es, mil vidas que pasé sin ti, mil vidas esperando a alguien que satisficiera las que tomé. Ninguna se compara. Ninguna es lo suficientemente atractiva para mí como la tuya.
-Así que me esperabas…podría decir lo mismo, pero mi efímera vida no es tan impresionante como la tuya.
-Solo sígueme o mátame, tienes esas dos opciones. No lucharé si no lo deseas.
-Te seguiría hasta el final de los tiempos si eso fuera posible. Nunca te lo he dicho pero… eres ese sueño convertido en realidad. Solo quiero entregarte mi vida completa, no desearía compartirla con nadie más.-Me sorprendí al sentir tanta sinceridad en mis propias palabras.
-Nunca imaginé escucharte decir eso. Es sorprendente. Sabes que soy egoísta, no habrá vuelta atrás.
-Sí, lo sé. Yo también soy egoísta, no quiero que te alejes de mí por ninguna circunstancia. Tienes dos opciones. Eres mío, o eres mio. Elige.
Sonrió tras mis ocurrencias, tomó mi mano y me besó suavemente.
-¿Puedo elegir ambas?-dijo con una expresión que nunca había visto antes. Creo que también estaba sorprendido ante la mía.
-Claro, mientras respetes las reglas.
-A tus órdenes, hija de la luna-Me llevó de la mano hacia el centro de la plaza.
Eran las 5 de la mañana, el campanario daba la señal. No podíamos estar fuera por mucho más tiempo. Corrimos por las antiguas calles y nos escondimos en un callejón mientras el sol nos perseguía en su carrera para tomar su lugar en el cielo y estar al control de la ciudad una vez más.
Como de costumbre, nos despedimos. Esta vez fue más duro, pero había que cumplir las reglas.
Regresé a casa cansada y esperando la noche. Mis padres no sabían de mis salidas nocturnas con Goran, mucho menos de los secretos que esta relación escondía. Pero después de tanto sacrificio en una vida que no prometía más que la muerte, me sentía afortunada de haberlo conocido.
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