domingo, 24 de junio de 2012

Sabbat


PAUSEN LA LISTA DEL GADGET Y REPRODUZCAN LAS CANCIONES QUE ESTAN EN LA FIC MIENTRAS LEEN, ES UNA ORDEN. 






-Es tarde, ¿qué piensas hacer hoy?-La pregunta de mi compañero me despertó del semi transe en el que estaba a causa de los problemas que se me presentarían esa noche.
-Nada, estoy exausta, quiero ir a dormir.

Conducí a casa con la cabeza llena de expectativas, no sabía lo que me esperaba, pero era muy consciente de lo que podía sucederme.
Llegué a mi departamento y ahí estaba. Sentado en el sofá, observándome.

-¿Estas son horas de llegar a casa?
-¿Qué haces aquí? Se supone que llegarías más tarde.
-La emoción me desbordaba, no podía esperar mucho más- El sarcasmo se mezclaba con las dulces notas de su peculiar voz.

El departamento estaba más oscuro de lo habitual y sus largos ropajes impedían que viera su figura en detalle.

-¿No fue suficiente la última vez?
-No. Deberías pensar en mejores formas para destruír corazones, ser más creativa.
-La creatividad queda obstruída cuando en lo único que piensas en en el súbito fin.
-Súbito? Parte de tu alma ya es de mi patrimonio, estas condenada. Este final no es súbito, por lo menos no desde el trato.
-Maldeciré hasta la muerte ese inútil trato.
-¿Inútil dices? Sin él serías insignificante, una nada. Yo te di la vida que tanto ansiabas.
-Pero si no lo hubiese tomado, no estaría de esta forma. Esperando un inminente final, vacía, asustada.
-Te equivocas querida dama.
-No, no me equivoco, no quiero seguir con esto.
-Deja de hablar tonterías, vendiste tu alma y hoy es el día para rendir cuentas.
-Todavía tengo parte de mi alma en mi poder, tengo derecho a negarme, a cambiar.
-¡HUMANOS! Siempre sobrevalorando su alma, como si eso los llevara a algún lado.- Se levantó del sofá y caminó hacia la vitrina moviendo las caderas en un ademán seductor. Sus ojos se quedaron contemplando un pequeño adorno de cristal.
-Todavía tengo la oportunidad de cambiar las cosas- Dije resignada, pero con valor.
-No, no la tienes. Renunciaste a la salvación tras haber firmado el contrato. El pacto ya está marcado, no hay vuelta atrás.
-Ten el claro que aún no soy de tu exclusiva propiedad.
Se retiró de la vitrina y caminó hacia mí con su natural elegancia.
-No seas rebelde, mi pequeña mascota, te arrepentirás algún día.
-¿Mascota? ¿Sólo eso? ¿Una mascota?
-Eres humana, eres débil, frágil y hermosa. Tienes todas las cualidades para ser mi mascota preferida.
Levantó mi mentón y sus largos dedos acariciaron mi rostro. Un escalofrío recorrió mi espalda.
Me rendí ante él, no podía contradecirlo, tendría que pagar las consecuencias de mi error.
-No soy la mascota de nadie, ¿Por qué tienes que cargarme con la agonía de mis pecados?
-Es mi trabajo, sólo hago lo que me dice mi amo, tomo lo que quiero y regreso a casa satisfecho.
-Todo parece muy fácil para ti.
-Todo es fácil, excepto para los humanos, ustedes acomplejan las situaciones cada vez más. Sufren, gritan, pero no buscan soluciones, ese es su problema.
 Pude ver su sonrisa llena de maldad y los dientes relucientes que la acompañaban.

-Ven, sígueme, tenemos que irnos- Dijo manteniendo la sonrisa en el rostro.

Avanzó por el oscuro pasillo con su seductora elegancia, lo seguí resignada, no tenía opción.
Tzusuki  era alto, delgado y poseía una gracia inigualable. Sus rasgos eran finos, incluso más que los de una mujer. El día en el que se me presentó, no pude evitar sentirme atraída hacia él. Era el ser que me llevaría al infierno, aún así lo admiraba.

Estaba hundida en mis pensamientos, no podía quitarme de la cabeza mis errores. Tenía todo lo que alguna vez habría deseado, pero a un precio muy alto.

-El camino es escabroso, pero tendrás que seguirme el ritmo, quiero llegar al Vaulderie lo más antes posible.
No pronuncié palabra alguna. De repente me di cuenta que caminábamos por un frondoso bosque, la niebla envolvía los árboles y el silencio se disipaba dejando lugar a las misteriosas voces del bosque.
A pesar de la bruma, la luz de la luna era lo suficientemente poderosa como para alumbrar el camino, las piedras bajo mis pies hacían que mi caminar fuese torpe. La elegancia de Tsuzuki era ininterrumpida, en ningún momento parecía que sus pies tocaban las piedras.

Seguimos camino hasta una enorme mansión, parecía antigua, pero estaba conservada en su totalidad.
-¿Qué es esto?
-Es mi humilde y reconfortante morada, no tienes que saber nada más aparte de eso.
-¿Cuántos años llevas aquí?
-Desde 1802, Ahora entra, necesitas descansar.
Abrió la puerta y me dejó pasar. El enorme recinto me recordaba a las iglesias antiguas, tenía la misma decoración renacentista clásica de los edificios religiosos.
-Toma asiento, descansa, tenemos mucho camino por delante.
Me senté en una de las bancas del enorme salón principal, mis ojos inquisitivos no dejaban de analizar cada detalle. Mi distracción cesó y mi mirada se centró en él cuando dejó caer su túnica y pude ver claramente las facciones de su torso, delgado pero firme, suavemente marcado. Sólo llevaba una especie de pantalón largo y ceñido que cubría sus largas piernas. Se dirigió a la enorme tabla que ocupaba gran parte del salón.
Él me observaba detenidamente sentado en la mesa, en una posición desafiante y autoritaria.
El silencio pronto se volvió incómodo.

-Y como van los preparativos en el Sabbat?- Pregunté para romper el tajante ambiente que nos rodeaba.
-Fueron arruinados por uno de tu especie. Los humanos son estúpidos, quieren ser los protagonistas en todo. Pero creo que tú podrías ser de gran ayuda en los Ignoblis Ritae que se avecinan.
-No, aún no estoy lista para unirme al clan. Busquen a otro.
-No quiero a otro humano, te quiero a ti. Tienes un potencial especial para eso, y si rechazas la oferta estarías enviando tu vida al Gehenna de inmediato.
-¿Eso no era lo que pretendías?-Estaba sorprendida, todo éste tiempo creí que lo único que él quería era sacrificar mi cuerpo frente a su amo y quedarse con mi alma para su colección personal.
-No, por lo menos no ahora.
Se levantó y caminó hacia mí, se apoyó en sus rodillas y su rostro quedó a pocos centímetros del mío.
Podía sentir su embriagante aliento en mi cara, pero la luz no era suficiente como para ver su perfecto rostro.
-Entonces si tengo otra oportunidad, cierto?
-No, mi preciada mascota, simplemente me pertenecerías y yo podría insertarte en el Sabbat sin problemas - Detestaba el tono despectivo que usaba para referirse a mí como su mascota, pero si tenía una oportunidad, no la dejaría pasar por un capricho- Mi manada te recibirá con los brazos abiertos si así lo preciso. Mi Regente no tendrá problemas en aprobar tu entrada con mi influencia bendiciéndote.
-Entonces es un trato.
-Eso es querida, comienzas a ser más dócil.
-No soy dócil, sólo quiero conservarme íntegra.
-Ya lo veremos.



Evité su mirada y me levanté del banco, caminé hacia las escaleras y contemplé el magnífico paisaje nocturno que se veía tras una gran ventana. Comencé a extrañar los días de campo con mi familia, las salidas con amigos, y las miles de cosas que perdí tras haber firmado el pacto que me llevaría al fin.
Mis pensamientos fueron interrumpidos por la sensación de unos largos brazos envolviéndome y los fríos dedos que recorrían mi vientre bajo la camisa causando en mí un escalofrío estremecedor.
-Pronto aprenderás pequeña, yo puedo enseñarte todo lo necesario para que tu alma no sea llevada al Gehenna, sólo confía en mí- Su rostro se enterraba en mi cabello y su ardiente lengua recorría mi cuello por encima del pliegue de mi camisa.
-Entiendes que te quiero sólo para mi, cierto? Ningún otro Prisci o Cardenal puede poseerte sin mi autorización. Sólo tienes que aceptarme como tu maestro.

Recordé la primera vez que estuve ante su presencia, mis brazos sangraban estrepitosamente mientras sus manos sellaban el pacto de sangre sobre el papel.
Fue ese día cuando me explicó la organización del Sabbat. Si bien era una secta carente de orden alguno, tenían que respetar ciertas reglas que les imponía El Código de Milán.
La comunidad estaba al mando de referentes con cargos jerárquicos de distinto nivel eclesiástico
Tsuzuki era un Prisci, uno de los cargos más altos de la secta. Él sólo era controlado por una Regente, la líder absoluta de la comunidad, a quién tenía que entregarle un humano en sacrificio por cada periodo de Vaulderie.
Él a su vez estaba al mando de varias manadas en las que se encontraban vampiros orgullosos de su naturaleza y humanos sanguinarios en busca de protagonismo en la escena. Pocos demonios lideraban la secta, él era parte de esa minoría, pero poseía la autoridad que un simple vampiro no podía tener por más poderoso que fuera.
Sus miembros tenían libertad absoluta de hacer lo que les plazca, pero tenían que estar presentes en todos los ritos que se hacían en las manadas. Su lealtad estaba sellada por el Vinculum, que los unía de sangre a su secta.
Si quería mantenerme con vida, tendría que aceptar ese pacto, otro pacto.

-Si te acepto. ¿Qué es lo que me espera?
-Una vida incluso mejor que la que tienes.
-Pero si te pertenezco, mis derechos sobre mi cuerpo y mi vida estarán denegados, cierto?
-No del todo, si eres una niña buena, olvidas tus caprichos y te acomodas a mi rutina; tendrás la libertad de cualquier acólito perteneciente al clan, claro que bajo las restricciones de cualquier aprendiz.
-Lo pensaré.
-No tienes que pensar en nada- Sus manos subieron por mi cuerpo y la incomodidad comenzó a hacerse notar- La decisión ya fue tomada, o no?
-No aún- Mi respiración era entrecortada, el contacto con su gélida piel era insoportable.
Él disfrutaba mi sufrimiento, y cada vez la situación empeoraba un poco más.
-Debes corresponder a mi afecto, es de mala educación estar tan temerosa ante una situación así- El sarcasmo de sus palabras me molestaban, pero prefería ignorarlas, olvidarlas y destruirlas en mi subconsciente.
Si bien lo deseaba, temía quedar en falta por una simple ilusión.
-¿Por qué juegas con mis oscuros sentimientos? ¿Acaso no sabes que detrás de este monstruoso semblante se esconde un ser solitario en busca de cariño?- Eso me sorprendió, no sabía si lo decía sólo para intensificar mis deseos o si esa nota de sinceridad era mayor de lo que pensaba.
-¿Y por qué tu me cargas con la agonía de mis pecados?
-Jasmine, no te cargo con esa agonía, sólo quiero alivianarla- Ahora sus palabras salían de su boca con una sinceridad bastante peculiar.
-No quiero que tus palabras sigan confundiéndome, sólo me entregas una mentira tras otra, lo sé- No podía contener mis lágrimas, el enojo me desbordaba.
Al notar esto me Giró bruscamente y pronto estuve frente a frente con él.
-¿Por qué no entiendes que quiero ayudarte? Si sigues llorando no conseguirás nada, tienes que ser fuerte para pertenecer al clan.
-Si quisieras ayudarme no me torturarías de esta forma.
-Piensas que quiero torturarte? –Su rostro quedó a centímetros del  mío y su embriagante aliento se fundía con el calor que irradiaba mi piel.
No pude pronunciar palabra alguna, mi cabeza era un caótico desorden de sentimientos.
Sus labios tocaron suavemente mi boca, otro escalofrío recorrió mi cuerpo.  Sus brazos envolvieron mi cintura y me estrechó contra su delgado cuerpo. No quería caer en sus juegos, pero la simple idea de abandonar el momento me aterraba. Ahora estaba en contra de mi propio razonamiento.
Muy pronto sucumbí ante su truco, mis labios le siguieron el juego.
-Todo el mundo tiene un par de entidades opuestas en su interior, ¿No es así?
Sorprendido ante mi ocurrencia acarició mi cabello y le dio un suave tirón.
-Estás entendiendo, mi pequeña mascota- Un estrepitoso beso estalló en mis labios otra vez. Ya no había vuelta atrás, tampoco pretendía parar. Un pecado más en mi vida no cambiaría mi destino.



Entramos a la habitación, encendió las velas y al fin pude ver claramente lo que me rodeaba.  Los Ankh decoraban todo lo que estaba a simple vista, cada detalle tenía un símbolo Sabbat.
También pude ver lo que mis débiles ojos humanos no podían apreciar en la oscuridad anterior. Él estaba ahí, en todo su esplendor, la primera vez que podía verlo sin la capa que lo cubría permanentemente. Su delgado cuerpo avanzó con elegancia seductora hacia mí, me rodeó con sus brazos y comenzó a jugar con el cabello que caía por mi espalda.

“Mezclamos los colores dejando que el negro se vuelva rojo.
Uno de nosotros, aunque pecador, había sido perdonado.
El otro, crucificado como un santo;
Y no hubo quién le prestara atención
Sobre quién tenía la razón y quién errado estaba.
Dos formas de vida, cada una sepultada.
Tu eres mi Dios y yo tu Nietzsche.
¿Dónde está quién realmente me amó?”

Cada roce con su piel me parecía insoportablemente placentero, podía sentir el pulso muerto que corría por su cuello. Sus ojos, esos que alguna vez sólo mostraban dureza y autoridad, se mostraban cariñosos y dulces ante los míos. Podía acariciar su frágil rostro sin restricción alguna.
Su abdomen plano parecía tallado por un artista, su piel resplandecía con la luz de la noche y sus labios emanaban el licor que los míos deseaban.

“Al principio pensé que tú y yo, éramos incompatibles,
Que no podríamos vivir en paz dentro de una sola mente.
Ahora comprendo que, lamentablemente no existen las sombras sin luz.
No eres nada sin mí, como yo no soy nada sin ti.
Soy débil, eres tú quién debe decidir…
No hay vuelta atrás para nosotros,
Tu podrás ir al cielo, pero yo iré al infierno”

Si esto era una mentira, no quería que me lo revelara. La opacidad de mi vida se había vuelto luminosa gracias a él.
No me arrepentía del trato, él podía ser mi maestro y yo, como fiel sierva, no mostraría oposición.

“Ruega, y tus súplicas seguirán siendo ignoradas.
Tu dios está muerto, al igual que tú, Nietzsche.
Yo soy quién te negó, en el nombre del mal…”


Al día siguiente seguiríamos camino hacia el Valudiere, en el cuál se suponía que mi vida sería entregada a la Regente.

-Sólo quédate junto a mí, todo el tiempo. Entendido? No podrán hacerte daño si no te alejas.- Dijo mientras su mirada perdida en el bosque reflejaba algún tipo de preocupación.
-Sí, así lo haré- Asentí con la cabeza, no tenía nada más para hacer.
-Si alguien te pregunta algo, no lo mires directamente a los ojos. Sólo baja la vista, y di claramente que estas bajo mi tutela.
Se volvió para verme y mi preocupado aspecto lleno de angustia y miedo lo llevó a acercarse y besarme dulcemente la frente.
-No tengas miedo, no te harán daño. No seas una niña caprichosa, hazme caso y no te pasará nada- Acarició mi rostro, levantó mi mentón con un dedo y delicadamente besó mis labios.
-Dame una razón para que no esté aterrada.
-Estarás conmigo.
-Dame una buena razón.
-No seas incoherente, estar conmigo es una gran razón para estar tranquila- Sonrió y tomó mi mano en señal de afecto.
Consiguió rápidamente mantener mi calma. No era fácil tranquilizarme, por lo menos no que yo recordara, pero él lo lograba con suma facilidad y paciencia.

Llegamos al Valudiere antes de lo previsto, los Ignoblis Ritae de la manada de Tsuzuki estaban a punto de comenzar.
Pude ver la curiosidad que sus rostros reflejaban al verme pasar junto a su amo. Una humana, un alma vendida y preparada para ir directamente al Gehenna.
Todos eran altos, casi como Tsuzuki, y todos llevaban esa característica túnica que cubría casi la totalidad de su cuerpo.  
Los acólitos se separaban y formaban un camino para nuestro pasaje. El rostro de Tsuzuki se mostraba serio, frío y lleno de autoridad.

Entramos en un edificio gigantesco en el cuál había miles de vampiros observándome con lascivia. Mis temores se incrementaron al ver a la Lasombra Regente.
Era una mujer extremadamente bella, sus azules ojos centellaban bajo la tenue luz de un candelabro. Estaba vestida con la típica capa, pero poseía en ella un tocado de plumas negras adornadas con pequeños detalles dorados.
Bajé mi cabeza e hice una reverencia.
-Tsuzuki, mi dulce aliado. ¿Qué me traes en esta oportunidad? Parece una niña muy apetitosa.
-Su nombre es Jasmine, debe ser entrenada pero puede pertenecer al clan sin ningún problema, sólo le falta completar el Vinculum y estará predispuesta a aprender.
-Pero querido, eso es imposible. Hemos modificado el código, ningún humano puede ser entrenado por un Demonio, la tendrás que poner a cargo de un vampiro si pretendes conservarla.
-Sé que el código es inviolable, pero una pequeña excepción no sería problema. O si?
No podría dejarla con otro acólito, ella es muy preciada para mí.
-No podemos hacer nada. ¿Eres uno de los más fieles al Código y ahora quieres mantener a una simple humana en el clan? ¿Acaso estás enamorado o algo por el estilo?
-No, sólo quiero tenerla de asistente por un tiempo. Como con la princesa Mya, pero trataría de adentrarla al clan antes de servirla como sacrificio.
-Mi querido Tsuzuku, los humanos son alimañas. No sirven de mascotas y mucho menos como sirvientes. Los acólitos no-vampiros son abusados e incluso eliminados por los miembros del clan, son un juguete y lo sabes bien. Si quieres tener a esta niña contigo y hacerte cargo de todos los errores que cometa, está bien, pero estarías violando el Código y tu orden jerárquico te sería usurpado.
-No, de ninguna manera. Está bien, envíenla al Valudiere. El código no puede ser violado, me arrepentí de esto.
Sentí un golpe en el estómago. De alguna forma lo sabía, pero aceptar la traición era duro y me lastimaba la idea de que sólo había sido otro sacrificio para él. Un juguete.
-¡Llévenla al calabozo! Será el sacrificio de esta noche- Ordenó la dama a sus acólitos.
Miré por última vez a Tsuzuki, quién sólo observaba la escena con su semblante frío e imperturbable.
Me llevaron sin mucha atención a mis débiles esfuerzos por escapar, no les fue difícil dejarme en el calabozo en menos de dos minutos.

Estaba devastada. Sólo me quedaba encomendar mi alma al pentagrama y dejar que mi sacrificio marchara, esperando el menor sufrimiento posible.

“Las memorias se desvanecen, pronto ya no habrá más estrellas.
El significado de la enfermedad se mezcla con el oscuro silencio.
No quería que tus palabras me confundieran,
Esbozando una sonrisa me entregaste una mentira.”

No tenía fuerzas para nada más, sólo esperaba mi fin en esa húmeda cárcel, ya no anhelaba mi libertad. Estaba rendida.

“Sabbat, ¿Por qué me guías otra vez hacia las lágrimas más amargas?
¿Por qué parece que escondes las sombras esta vez?
El Sabbat me engaña”

Perdía la promesa de ese mundo eterno, mis lágrimas habían sido derramadas por un demonio que sólo me había usado como un juguete propio de su diversión.
El ritual estaba a punto de comenzar, mis miedos no se desvanecían, pero estaba preparada…de alguna forma.

Me ataron las manos y fui llevada hacia la corte vampírica por un acólito.
Me sentaron en una antigua banca, estaba rodeada por esas sombras cubiertas con túnicas. Mi temor se incrementó al ver que el que estaba encabezando la ceremonia era el mismo Tsuzuki, quién llevaba consigo una especie de cuchillo con mango de Ankh.
Estaba aterrorizada y el odio me invadía, el solo hecho de ver a mi supuesto “maestro” a cargo de mi muerte, me producía un odio que no podía contener.
La Regente, sentada en su trono, disfrutaba de la ceremonia como si fuera el mejor de los espectáculos circenses.

Sincronizados, la manada comenzó un canto ritual. El vello de mi nuca se erizó.
Esas sombras se acercaban más y más, el volumen de su canto se incrementaba a cada paso. Tsuzuki me miraba con desprecio, con el cuchillo en sus manos y sin expresión alguna en su rostro.

“Sabbat, ¿Por qué recibes mi cuerpo?
¿Por qué parece que recoges sólo la oscuridad de este momento?
Sabbat, ¿Por qué parece que rasgas el mapa de mi futuro?
¿Por qué ahora mismo me hieres sin piedad?
Sabbat, me amas”

Sentí la fría daga en mi interior.
Mis ojos se cerraban involuntariamente mientras la última imagen que percibían eran las sombras envolviéndome….y matándome.

“Únanse a mí, únanse a mí.
Aproxímense a degustar mi carne.
Perfórenme, acuchíllenme,  rásguenme,
Bébanme y cómanme”

Pude cumplir mi condena.
Mis pecados fueron absueltos, el Gehena saciado y un putrefacto corazón destrozado…



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